Tratado Segundo de Contrapunto y Fuga – D. Hilarión Eslava – Segunda edición

Miguel Hilarión Eslava Elizondo (Burlada, Valle de Egüés, Navarra, 21 de octubre de 1807 – Madrid, 23 de julio de 1878) fue un sacerdote, compositor y musicólogo español del siglo XIX, gran defensor de la ópera española.

Desde el siglo XVI, en que empezaron á publicarse tratados de Contrapunto y Composición, principió el desacuerdo entre éstos y las obras de los grandes compositores. Este desacuerdo, que al principio era poco notable, fué haciéndose mayor, en proporción á los adelantos que hacía el arte, impulsado por compositores de fino instinto y de gran genio. Los tratadistas, gente flemática y machucha, marchaban á paso lento y sosegado, mientras que los hombres de verdadero genio volaban en alas del entusiasmo y del sentimiento. Hubo de vez en cuando querellas y disputas entre los que iban delante y los que se quedaban atrás; pero el arte siguió sin interrupción su marcha siempre progresiva. Tres siglos han transcurrido, y en tan largo tiempo, no sólo ha reinado siempre esa falta de conformidad entre lo que se enseña en las escuelas y se practica en las composiciones, sino que en el día se ha aumentado el desacuerdo hasta tal punto, que muchos han llegado á dudar de la utilidad de los estudios escolares del modo que se hacen generalmente, y no ha faltado quien haya escrito con desdén, y aun con desprecio, de los que se dedican al Contrapunto y Fuga, mirando estos dos ramos como antigiiallas que se sostienen por la preocupación y la rutina. En vista de las diversas opiniones que se acaban de indicar, ¿á qué tribunal apelaremos para decidir esta importante cuestión? A ninguno más que al de la razón; porque ésta, como dice el texto que encabeza este discurso, «colocada en medio de las ciencias y artes, es como el sol en el sistema del mundo: arregla la marcha de ellas y las ilumina.» Ella nos hará distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso, lo útil y conveniente ele lo inútil y perjudicial, y nos armará contra los errores que hayan podido introducir el hábito, la preocupación y la rutina.
Siguiendo, pues, los procedimientos que dicta esa misma razón, voy á echar una ojeada, siquiera sea breve, á la historia de la parte didáctica de la composición musical: consideraré luego el objeto principal del arte y los elementos que son necesarios para llegar á conseguirlo, según nos enseña la experiencia y la práctica, y concluiré por decir mi opinión, establecer mis principios y presentar el plan que me propongo seguir en este Tratado y en los siguientes que forman esta Escuela.
En el siglo x de la Era cristiana, época en que nació el célebre benedictino Gruido de Arezo, estaba ya en uso lo que llamaban organizar, órgano ú organón. Consistía este procedimiento en acompañar al canto-llano unas veces en 5.a baja, otras en 4.a y alguna vez en 3.a, concluyendo al fin en unísono. Cuando otra voz duplicaba á la más grave cantando 8.a alta, llamaban organón triple, y cuando á esas tres se añadía otra á la 8.a alta del canto-llano, lo denominaban organón cuádruple. Dejo á la consideración de mis lectores el efecto que producirían esas series de 5.a5 y 4.a3 seguidas. A esta grosera armonía sustituyó Guido la diafonía, que no lo era menos. Consistía ésta en no hacer uso de la 5.a por debajo del canto-llano, y sí de la 4.a, otras veces de la 3.a y alguna vez también de la 2.a Apareció después el discantus que, siendo al principio una glosa del canto-llano, pasó con el tiempo á ser acompañada de varias voces, bajo los mismos ó casi idénticos principios que la diafonía. Al discantus sucedió el fabordan, que no era otra cosa que el acompañamiento del canto-llano, que se había hecho á la 4.a y 3.a baja, puesto á la octava alta y suprimiendo la parte grave de ese mismo acompañamiento; y de esto resultó el uso de la 6.a, que antes no se había practicado contra el bajo de la armonía ó contra el canto-llano. Empezóse también á practicar el movimiento contrario, alternando con el directo y oblicuo, que sólo se habían usado hasta entonces.
D. Hilarión Eslava – Comienzo del prólogo del Tratado segundo de Contrapunto y Fuga

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